EL MERCANTILISMO
Como el resto de los países europeos de los siglos XVI y XVII, España aplicó una política económica mercantilista. Sin embargo dada la abundancia de oro y plata que ingresó desde las colonias, no aplicó el modelo mercantilista en su totalidad y las consecuencias no fueron las deseadas.
El mercantilismo es el conjunto de principios teóricos y prácticas que dominaron el pensamiento económico de Europa entre los siglos XVI y XVIII. Las primeras medidas mercantilistas parecen ser tomadas por Portugal en la época en que conquistaba territorios en las Indias Orientales y establecía un sistema cerrado de comercio: sus posesiones sólo podían comerciar con él. A Portugal lo siguió España y más tarde Francia, Inglaterra y Holanda. El modelo teórico de mercantilismo responde a los siguientes principios:
1) Metalismo. El punto de partida consiste en creer que la riqueza de los países está constituida por la cantidad de oro y plata que poseen, por lo que el país más rico era el que acumulaba más metales preciosos. Este pensamiento, en parte, fue el resultado de la gran cantidad de metal que entró en Europa procedente de América. El oro y la plata eran utilizados como medio de pago, o sea como moneda, por lo tanto la mayor cantidad de metal permitía una mayor acuñación y circulación de moneda, aumentando la actividad comercial. Los países obtenían el metal precioso de las minas que tenían en su territorio y sino debían recurrir a la colonización de otros territorios u obtener el metal mediante un aumento de las exportaciones, ya que los productos se pagaban con oro o plata.
2) Balanza comercial favorable. Esta se obtenía con exportaciones superiores a las importaciones; los países debían vender mucho y comprar poco, las ventas al exterior significaban más ingresos en metal, las compras provocaban una perdida de metal porque se pagaba con él. Para lograr esto se requería tener productos para exportar en los que haya interés de compra desde el exterior y que se limitaran las importaciones.
3) Aumento de la producción. Esto era necesario por dos razones: tener suficientes productos para el consumo de la población del país y evitar así comprarlos en el exterior (disminuían las importaciones) y tener productos para exportar a otros estados. Para aumentar la producción, fuera agrícola o industrial, era necesario crear estímulos, incentivar la producción, por ejemplo mediante rebajas de impuestos a los inversores que creaban manufacturas. También era necesario defender la producción nacional de la competencia que podían hacer los productos de otro país y para eso se aumentaban los impuestos aduaneros (aranceles). Esta última medida también era necesaria para disminuir las importaciones ya que al aumentar el impuesto a los productos importados, estos aumentaban de precio y ya no era ventajoso comprarlos. Los aranceles aumentaban para los productos extranjeros elaborados, pero las materias primas se trataba de que ingresaran lo más baratas posible para que fueran elaboradas por las industrias nacionales.
4) Dirigismo estatal. El establecimiento de aranceles altos, los estímulos a la producción nacional y otras medidas para mantener la balanza comercial favorable, requerían de la intervención del estado en la economía. El mercantilismo no era contrario a la iniciativa privada, pero era necesaria la intervención del estado establecer las medidas que permitieran obtener y conservar el metal precioso.
5) Poblacionismo. El aumento de población era considerado factor fundamental para el crecimiento económico del país. Al haber más población, había más mano de obra y se abarataba su costo. Los mercantilistas recomendaban tener población abundante y pobre, que permitiera mantener bajos los salarios, de ésta manera se bajaban los costos de producción y los productos se hacían más baratos y podían competir mejor con los extranjeros.
El mercantilismo aplicado por España.- La doctrina mercantilista aplicada en España se adaptó a las circunstancias históricas que este país vivía. En los otros países que aplicaron el mercantilismo, el problema principal era el de obtener los metales preciosos estimulando la producción y las exportaciones para lograr la balanza comercial favorable y así lograr el ingreso de oro y plata. España obtuvo el oro y la plata de sus colonias en América por lo tanto no se planteaba ese problema y se descuidó la producción.
Por otra parte el ingreso en grandes cantidades de oro y plata y su circulación como moneda dentro de España incrementó la demanda de mercaderías. Como la producción no era suficiente, la oferta fue menor que la demanda, provocando un aumento de precios. Por lo tanto el ingreso de los metales provocó inflación en España. Al tener escasos productos y a precios altos las consecuencias eran:
a) Los productos españoles no iban a poder competir con los de otros países (por que eran más caros), por lo tanto disminuían las exportaciones.
b) Los productos de otros países, al ser más baratos podían ingresar con ventajas en España y ser más demandados que los productos españoles, más teniendo en cuenta que estos no abundaban. Por lo tanto aumentaron las importaciones que hacía España.
Como resultado de esto la balanza comercial era desfavorable y el oro y la plata no se quedaban en España sino que eran usados para pagar las importaciones. España no tenía problemas para obtener los metales preciosos, pero sí para conservarlos. La presencia de los metales en su propias colonias llevó a España a hacer hincapié en el aspecto metalista del mercantilismo, pero dejó de lado los otros principios y el resultado fue e atraso productivo de España en relación al resto de Europa Occidental y la perdida del oro y la plata que era, en definitiva, la base del sistema. Durante los siglos XVI y XVII la gran cantidad de oro y plata que ingresaron a España disimularon la situación y España vivió una época de esplendor, pero a partir del siglo XVIII se empezaron a ver las dificultades que se avecinaban
LA MINERIA
Fue la actividad económica preferida por los colonos y la que despertó mayor interés del gobierno. La explotación minera estaba dirigida sobretodo a la obtención de oro y plata, metales necesarios para realizar los pagos. Al iniciarse la conquista de una región, se podían obtener metales preciosos mediante el trueque con los indios. Estos usaban esos metales para confeccionar sus adornos o con finalidades de culto y no le daban un valor material como sí le daban los españoles. Pero pronto los conquistadores dejaron sus buenos modales y fueron directamente al saqueo. Todos lo objetos de oro y plata que eran encontrados a su paso eran tomados y convertidos en lingotes. De ahí surgieron las primeras partidas de metal precioso que llegaron a España desde México y Perú.
Cuando se acabaron los objetos los españoles recurrieron a la técnica más primitiva de obtener oro: el lavado de las arenas auríferas en los ríos para encontrar pepitas. Obligaron a los indios a hacer el lavado e incluso llegaron a hacer represas pequeñas para desviar el curso de las corrientes para buscar en el cauce barroso.
Posteriormente se comenzó a realizar el trabajo de minería propiamente dicho: donde una veta afloraba se la seguía subterráneamente haciendo galerías. Estas seguían las vetas de metal en todas direcciones sin tener en cuenta la seguridad o los desagües, por lo que la explotación era muy peligrosa para quienes trabajaban en ellas. Los métodos de extracción de metales de las minas eran rudimentarios y destructivos. Se trataba de obtener la mayor cantidad en el menor tiempo posible y de esta manera se anulaba rápidamente la productividad de la mina. Todos los trabajos pesados y peligrosos eran realizados por indígenas o esclavos negros.
Los principales yacimientos de metal precioso fueron los de Zacatecas, Potosí y Pasco.
En cuanto al trabajo con los metales, después de prolongadas investigaciones, se aplicaron nuevos procedimientos. Por ejemplo para moler el metal se usaron molinos de agua y para que estos funcionaran, en Potosí, se construyó un embalse artificial que recogía y acumulaba el agua de las lluvias. Otra innovación importante fue el procedimiento de amalgama para purificar la plata. Esta se extraía unida a otras sustancias y al fundirse no tenía total pureza. Hasta que se usó mercurio en la fundición. La plata se unía (amalgama) al mercurio y se separaba del resto de mineral, luego se destilaba el mercurio y quedaba la plata.
En el siglo XVIII disminuyó la producción de oro y plata. Particularmente notable fue la disminución en Potosí donde la producción bajó de 70 a 40 toneladas anuales y la población, que en su momento de esplendor había alcanzado los 120 mil habitantes, se redujo a 30 mil personas. Según las informaciones oficiales procedentes de la correspondencia de los virreyes, en Perú había a fines del siglo XVIII 70 minas de oro y casi 600 de plata, pero la mayor parte eran pequeñas explotaciones donde se escarbaba al azar y la mayoría de los buscadores de metal autorizados eran míseros trabajadores con pocas y sencillas herramientas.
Además de oro y plata se extrajo cobre del que había una fuerte demanda. La floreciente industria azucarera necesitaba grandes calderos de cobre cuya introducción desde Europa resultaba costosa. También se intentó fundir campanas para las iglesias. En 1530 se descubrieron ricos yacimientos en Cuba y el rey Carlos V, quien también era emperador de Alemania, envió especialista alemanes para lograr un método de fundición adecuado. También en México y Chile se explotó el cobre pero escasamente.
También del fondo del mar los españoles sacaron riquezas de América. Ya en el tercer viaje de Colón se había tenido conocimiento de la existencia de perlas en las aguas que rodeaban las islas Antillas. Los comerciantes de Sevilla equiparon expediciones para realizar la extracción. La zona de mayor producción fue la isla Margarita. Las empresas formadas para obtener las perlas usaron mano de obra indígena o esclavos negros. Los pescadores buceaban en las profundidades mientras tuvieran aire en sus pulmones, atados a una soga y con una piedra de lastre y un canasto donde juntaban lo obtenido. Se volvían a zambullir una y otra vez hasta el agotamiento. Era un trabajo peligroso: aparte de los ataques de los tiburones, los buceadores experimentaban daños irreparables en sus pulmones por los cambios bruscos de presión. Debido a la gran cantidad de muertes la corona prohibió el uso de indígenas contra su voluntad y que se tomaran precauciones al hacer el trabajo.
LA AGRICULTURA Y LA GANADERIA
Los conquistadores y las primeras oleadas de colonos venían al Nuevo Mundo con el interés de obtener oro, especias u otros productos exóticos y no pasaba por sus cabezas radicarse para cultivar. Las necesidades de la subsistencia obligaron a los colonos a practicar la agricultura y la ganadería ya que ellas les suministraban los alimentos necesarios. Los primeros asentamientos hispánicos en las Antillas subsistieron por un tiempo con el trigo que les suministraban desde España, pero a medida que la colonización se extendió por el continente resultaba imposible por lo costoso mantenerse abastecido de esa manera. Al principio recurrieron, como en la obtención de metales preciosos, al trueque o al despojo de los alimentos de los indígenas. Pero esta forma de abastecerse era insuficiente y resultaba imposible donde los indígenas no habían desarrollado alguna forma de agricultura. Entonces los españoles debieron cultivar, pero donde había indígenas sedentarios dejaban las labranzas de las tierras a su cargo y evitaban en lo posible trabajar con sus propias manos.
Cuando se estableció el sistema de encomiendas, los indígenas pagaban un tributo con la producción de sus cultivos. Estos productos no sólo eran utilizados para el consumo del encomendero y su familia, sino que los sobrantes se vendían en los mercados de las ciudades. Pero la alimentación de los españoles en base a los cultivos de los indígenas estuvo en problemas cuando empezó a descender la población india, como sucedió, por ejemplo, en México en las últimas décadas del siglo XVI. Esto provocó un desabastecimiento del mercado y un considerablemente aumento en la demanda de productos. Entonces algunos colonos españoles vieron redituable invertir en plantaciones de productos alimenticios para abastecerse. Esas plantaciones, sin competencia, comenzaron a crecer y se fueron transformando en latifundios, ocupando tierras indígenas y usando a estos como mano de obra junto con esclavos africanos.
Posibilidades aun mayores de ganancia se presentaron a la agricultura cuando sus productos no sólo se vendían en los mercados locales sino que se enviaban a otras zonas de Hispanoamérica e incluso a España. Dentro de América las zonas mineras fueron un importante estímulo para los cultivos y la ganadería. En aquellos lugares donde se descubrían yacimientos de metales preciosos afluía una numerosa población que originaba una demanda creciente de medios de subsistencia. Como las minas , por lo general, estaban en zonas áridas o montañosas, se beneficiaban los valles fértiles de zonas cercanas. Pero también la ganadería se beneficiaba. El duro trabajo de las minas exigía una alimentación con carne; también eran necesarios animales de tiro y el cuero tenía múltiples utilidades. Tan pronto se difundía la noticia del hallazgo de una veta de mineral, los ganaderos ponían en movimiento sus rebaños hacia esa zona y sabían que la dedada generada permitía exigir altos precios.
Los españoles introdujeron en América cereales, hortalizas y frutales que ya utilizaban en su tierra y que en América no existían. Por ejemplo el trigo con el obtenían la harina necesaria para el pan, el principal producto del consumo de aquella época. Pero al principio tuvieron dificultades porque el trigo no producía adecuadamente en las zonas húmedas tropicales, pero cuando la colonización se extendió hacia las zonas templadas su éxito fue total. En México hubo buena producción triguera en Puebla y en los alrededores de la ciudad de México; en este caso el uso de regadío permitía dos cosechas anuales. En Perú hubo dificultades por enfermedades de las plantas, desarrollandose una buena producción en Chile, Cuyo y Tucumán. En algunos lugares el cultivo del trigo chocó con la resistencia de los indios que se negaban a plantarlo y permanecían aferrados al cultivo del maíz.
Los colonizadores tampoco quisieron privarse del vino y tempranamente introdujeron plantas de vid. Cristóbal Colón llevó, en 1497, las primeras estacas de vid a las Antillas; pero al igual que sucedía con el trigo, la zona tropical no era propicia para la viña. Pero si eran aptas las tierras al norte de México (California), la región del Perú (Pisco, Nazca, Ica, Arequipa), Chile y algunas zonas del Río de la Plata (Mendoza). En los primeros tiempos el gobierno amparó la viticultura y ordenó, en 1531, que cada nave que zarpara hacia América llevara renuevos de vid. Pero la expansión de la vid y la gran producción de vinos que competían con los vinos españoles llevaron a tomar medidas restrictivas. Por ejemplo Felipe II ordenó al virrey del Perú que no concediera ningún permiso para la plantación de nuevas viñas ni el restablecimiento de las que ya estaban viejas.
Otro producto típicamente español y que los colonos quería tener era el aceite de olivo por lo que se plantaron olivos pero su difusión no fue mucha. Además se carecía de molinos para transformar las aceitunas en aceite, sustituyendo éste por grasas animales.
El arroz tuvo mejor adaptación que el trigo al clima americano. Las cálidas y húmedas zonas tropicales eran propicias para su cultivo. Tampoco faltaron las más variadas hortalizas y frutales, especialmente los cítricos.
Pero no sólo se cultivó para la alimentación local. También se hicieron plantaciones para vender hacia España como el caso de la caña de azúcar que produjo abundantes cosechas que permitieron abastecer a varios países europeos. Las primeras plantas se introdujeron desde las Islas Canarias en la zona del Caribe. En los primeros años cuando los españoles aún no estaban interesados en los cultivos, no tuvo éxito. Pero en 1515 llegaron técnicos canarios de la industria azucarera. El cultivo se difundió por todas las islas caribeñas (Santo Domingo, Puerto Rico y Cuba fueron las principales zonas de producción) y luego pasó al continente. También se multiplicaron las instalaciones para procesar la caña y hacer el azúcar: los “ingenios”, que usaban fuerza hidráulica, o los “trapiches” puestos en movimiento por la fuerza animal. La producción de azúcar requería una costosa inversión que sólo era rentable en grandes plantaciones dedicadas sólo a ese producto y una mano de obra abundante y barata, por lo tanto, azúcar, latifundio, monocultivo y esclavitud iban de la mano. Los plantadores de azúcar lograron grandes ganancias con las ventas hacia Europa y ocuparon en la sociedad colonial una posición privilegiada. En el siglo XVIII la difusión del azúcar se vio favorecida por el consumo de café y té, dejando de ser un artículo de lujo para pasar a ser de uso cotidiano.
El cacao, alimento de origen americano que tenía un consumo importante entre los indígenas de la región andina, se difundió como bebida estimulante en España y otros países europeos. También fue un cultivo para exportar. Al comienzo se lo plantaba en Centroamérica (principalmente Guatemala y El Salvador) pero al disminuir la producción por el agotamiento del suelo a consecuencias del monocultivo, se extendieron las plantaciones en Sudamérica siendo la principal región productora la costa venezolana. El cultivo se efectuaba en enormes plantaciones con esclavos negros.
Otro producto de origen americano que se cultivó para procesar y vender en Europa fue el tabaco. Cristóbal Colón conoció ya en su primer viaje el extraño hábito de los indígenas de aspirar humo de un canuto vegetal encendido. Los europeos lo consideraron como una costumbre de salvajes. Las hojas de la planta de tabaco se utilizaron, al principio, con fines medicinales ya que se le atribuían diversos efectos terapéuticos. Más adelante se comenzó a fumar y como el precio era elevado sólo las personas adineradas podían hacerlo, así que fumar pasó a ser un signo de distinción social. Esto estimuló las plantaciones de tabaco a comienzos del siglo XVII. La forma de cultivarlo era similar a la caña de azúcar y el cacao: en latifundios y con mano de obra esclava.
También fue importante el cultivo del algodón. Se utilizó para los tejidos hechos en América y también se le enviaba a España. A mediados del siglo XVIII la corona concedió franquicias aduaneras a su introducción, destinada principalmente a las textiles catalanas.
Con aún mayor rapidez que las plantas introducidas, se propagaron por América los animales domésticos que trajeron los conquistadores ya en sus primeros viajes. Caballos, vacas, ovejas, cerdos, cabras, asnos y aves de corral, enriquecieron la fauna americana y brindaron gran utilidad a los colonizadores. Influyó notablemente sobre la alimentación, los transportes y en general sobre el modo de vida de la población.
Desde el segundo viaje de Colón se transportaron caballos al Nuevo Mundo, pero ya en 1507 el gobernador de Santo Domingo le escribía al rey comunicándole que no era necesario enviar más por la abundancia que había. Desde Santo Domingo se llevaron caballos a Cuba, Jamaica y Puerto Rico. Los conquistadores que partían desde estos lugares hacia el continente, llevaron caballos que fueron de gran ayuda en la conquista y sometimiento de los indígenas. Caballos, asnos y mulas fueron importantes para el traslado de personas y de mercaderías.
En cuanto al ganado vacuno se utilizaba la carne para el consumo local permitiendo una alimentación rica en proteínas, los cueros y la grasa. Fue sorprendente la rápida reproducción favorecida por las excelentes praderas. Los vacunos se criaban en total libertad y volvían a su estado salvaje (cimarrones). Era tal la cantidad de ganado que el precio de la carne era muy barato. Por ejemplo en santo Domingo, a mediados del siglo XVI la carne valía 30 veces menos que en España. En las matanzas, la mayor parte de la carne quedaba si aprovechar, sirviendo de alimento para los buitres y los perros salvajes. Sólo el cuero y la grasa tenían realmente un valor comercial. La salazón de carnes para la venta (tasajo o charque) recién comenzó a hacerse a fines del siglo XVIII.
Se practicó la explotación extensiva del ganado vacuno en grandes haciendas o estancias; por la forma de cría libre, el ganado cimarrón ocupaba “tierras de nadie”, es decir tierras que aún no habían sido repartidas, y se otorgaban permisos para su faena. Pero en general matar un animal para satisfacer el hambre era algo común y no se consideraba un delito. Por su forma de explotación no requería mucho personal y por lo tanto las zonas de mayor producción ganadera no fueron zonas de concentración de población. La región donde más se difundió la ganadería fue el Río de la Plata, siendo los derivados de esta actividad casi el único producto que se obtenía para vender.
INDUSTRIA
América presentaba algunas condiciones favorables para el desarrollo de la industria: a) poseía materias primas y abundante mano de obra; b) tenía una población de origen europeo en constante crecimiento que estaba ávida por consumir productos a los que estaba acostumbrada en España y que llegaban en cantidades inferiores a la demanda.
Pero también había algunos obstáculos: a) la mano de obra, india o negra, no era en general experimentada para la producción industrial; b) el traslado de la producción de un lugar a otro era difícil por lo rudimentario de los transportes y la falta de caminos, por lo tanto la producción debía volcarse a los mercados más cercanos; c) el estado español, para proteger a los productos hechos en la metrópoli prohibió todas aquellas industrias que podían llegar a hacerle competencia; c) los que tenían dinero para invertir preferían hacerlo en la minería o en el comercio que eran actividades consideradas más seguras para lograr ganancias.
Durante la colonización española las ciudades no fueron, en el sentido económico, centros industriales, sino lugares donde los funcionarios y empleados públicos vivían de su sueldo y los encomenderos gastaban los tributos de sus indios. La mayor parte de los vecinos se dedicaban a la agricultura o la ganadería, así que eran “ciudades de campesinos”. Era imprescindible, sin embargo, cierta actividad artesanal para proporcionar a los habitantes los objetos de uso cotidiano.
Una de las industrias más desarrolladas fue la textil. La fabricación de tejidos, conocida como “obrajes”, utilizaba mano de obra indígena. El trabajo comprendía diversas etapas, en algunas de las cuales intervenían también mujeres y niños. Allí se hilaba, se teñía y se tejían diversos tipos de artículos: paños, frazadas, bayetas, alfombras, sombreros, etc. La producción no alcanzó la calidad de la realizada en España ni la de la producción indígena anterior a la conquista. Pero lo que se buscaba era más cantidad que calidad para satisfacer la demanda sobretodo de parte de los indígenas, ya que las leyes impuestas por los españoles les prohibían andar desnudos y debían vestirse. También los españoles modestos usaban estas telas. Sólo los españoles ricos podían adquirir las telas españolas.
La instalación de estos obrajes sólo podían hacerse con la autorización de las autoridades españolas. Cuando a España llegó información de que la producción textil de México se estaba vendiendo en otras partes de América, el rey Felipe II dispuso que el virrey de México diera órdenes para limitar la producción.
La producción textil tuvo oscilaciones pasando por momentos de auge y de decadencia. En algunos momentos se cerraban los obrajes por órdenes de las autoridades; en otros el ingreso de telas de contrabando era tan intenso que los textiles locales de mala calidad no podían competir y quedaban sin vender. Pero también había momentos buenos, por ejemplo en las épocas de guerra de España con Inglaterra, cuando los transportes marítimos eran escasos, la falta de telas y otros productos que se traían de España, obligaba a consumir los fabricados en América, aumentando los precios y la producción. Ya en la época colonial las guerras europeas beneficiaron la producción industrial americana.
Otras industrias que tuvieron cierto desarrollo en la América colonial fueron: la salazón de cueros, carnes y pescado, la fabricación de calzado y aperos, los astilleros, los ingenios y trapiches de azúcar. La mayoría de los objetos que se producían en América se hacían a un nivel artesanal a través de diversos oficios. Estos estaban organizados en gremios excluyentes. A pedido de los gremios, los cabildos establecían ordenanzas donde se especificaba la condición social y racial de quienes podían ser integrantes de ellos y las normas que había que cumplir para poder ser aceptado y practicar un oficio.
El trabajo de los orfebres en oro y plata fue de los que más atención suscitó por parte del estado español, ya que una quinta parte de lo producido correspondía a la corona. Además el valor y la calidad artística de los trabajos, convertía a los artesanos que trabajaban con metales preciosos, en el gremio más rico y respetado. Una de las exigencias para ser admitido, además de la “obra maestra” que probara su calidad, era la de ser español, dejando fuera a indios, negros y mestizos, aunque todos estos sí podían ser auxiliares. Muchos de los gremios exigían ser español para ser aceptado, por ejemplo, los herreros, los pintores y tallistas, entre otros. No existía esa exigencia para trabajos pesados o que no eran considerados de prestigio como la albañilería, la carpintería o la curtiembre de cueros.
COMERCIO
El comercio se regía no sólo por la oferta y la demanda, por los gustos y deseos de los consumidores y los intereses de los vendedores, sino que también estaba regulado por el estado al aplicarse el mercantilismo. De acuerdo a los principios de ésta doctrina económica, la riqueza de los países se basaba en la posesión de metales y preciosos y estos se obtenían tenieno minas que los suministraran o mediante una balanza comercial favorable, es decir exportando más de lo que se importaba, porque los pagos se hacían con metal. Para mantener una balanza comercial favorable se requería la intervención del estado en la actividad económica evitando el ingreso de productos extranjeros a través de impuestos aduaneros, monopolizando el comercio colonial e impidiendo que las colonias comerciaran con otros paises, estimulando la producción de materias primas en las colonias para hacer con ellas los productos que no se quería importar y limitando la producción colonial que hiciera competencia con la metropolitana.
Por lo tanto el estado español regulaba todos los intercambios comerciales de las colonias con España.
Durante casi todo el periodo colonial la ruta que comunicaba a España con América pasaba por el Atlántico norte. Practicamente era la misma ruta que había hechos Colón. Al llegar a las Antillas partían las rutas antillanas: una hacia México y otra en dirección de Tierra Firme (Panamá). Por el Atlántico Sur sólo excepcionalmente circulaban barcos españoles; los territorios de América del Sur recibían o enviaban productos a España a través de la ruta del Atlántico norte utilizando el transporte terrestre para llegar a Lima (Perú) y de ahí a Panamá. Esta última ruta señalada, la que conectaba Lima con el puerto de Portobelo en Panamá era una de las principales rutas del Pacífico y por ella circulaba un considerable volumen de mercadería(no olvidar el oro y la plata de Perú que se enviaba a España). La otra ruta del Pacífico, con menos tráfico, era la de Oriente que unía México y las islas Filipinas.
No todos los puertos españoles y americanos estaban autorizados a recibir o enviar barcos. El comercio se regía por el sistema de puerto único, que permitía un mejor control de las salidas e ingresos de mercadería. La situación geográfica benefició a la región de Sevilla-Cádiz como punto de partida de la ruta marítima hacia el Nuevo Mundo. Sevilla, a 90 kilómetros del mar remontando el río Guadalquivir, se convirtió en el centro de las empresas hispánicas destinadas a la colonización. Su situación estratégica (estaba más protegida de los ataques externos por no encontrase directamente sobre la costa) y la riqueza de las regiones adyacentes, la convirtieron en el lugar adecuado para organizar y abastecer las flotas que partían hacia América. Ya antes del descubrimiento de América era un importante centro comercial y en ella tenían representantes las principales compañías mercantiles italianas, circulaba mucho dinero y había posibilidad de conseguir préstamos. Por lo tanto no fue una casualidad que en 1503 los Reyes Católicos establecieran en Sevilla la sede de la casa de Contratación encargada de supervisar el tráfico con América. A Partir de ese momento Sevilla fue el puerto único para comerciar con las colonias americanas. En 1543 se creó el Consulado de Comercio que privilegiaba a los comerciantes sevillanos dándoles funciones judiciales en los temas comerciales. En 1561 se creó la Universidad de Maestres y Pilotos integrada por expertos en cuestiones náuticas.
Ante los reclamos de los colonos de que la entrada al río Guadalquivir para acceder a Sevilla demoraba el tráfico comercial, en 1519 la corona permitió que en el puerto de Cádiz, que estaba antes que el de Sevilla, se realizara la descarga de las naves que provenían de América, exceptuando las que llevaban cargamentos de metal precioso que debían proseguir hacia Sevilla. Durante el reinado de Carlos V se permitió la salida de embarcaciones desde otros puertos, pero el regresar a España debían pasar por Sevilla. Esta medida fue revocada por su sucesor Felipe II que volvió a establecer el sistema de puerto único al ordenar que todos los navíos que partieran hacia América debían hacerlo juntos como parte de la misma flota. Por lo tanto las naves se concentraban en las costas sevillanas para partir desde allí. Además se necesitaban pilotos experimentados en viajes al Nuevo Mundo y estos solamente se podían encontrar en Sevilla o Cadiz.
Cuando las naves llegaban a América también tenían que dirigirse a determinados puertos y no podían desembarcar en cualquier lugar. Los puertos de ingreso a América eran Veracruz, Cartagena y Portobelo.
Las embarcaciones que habían la travesía del Atlántico eran deficientes ya que, a causa del deterioro causado por los viajes en las zonas tropicales, se reservaban las mejores embarcaciones para los viajes por el Mediterráneo. Muchos barcos quedaban inservibles después del viaje al Nuevo Mundo y no regresaban a España, incluso eran vendidos a precios baratos para navegar en rutas americanas. Los viajes eran lentos y eran frecuentes los naufragios por los temporales y por la excesiva carga que llevaban que hacía dificil maniobrar para salvarse de los peligros. Además de las tempestades, las embarcaciones debían afrontar el peligro de los ataques de piratas y corsarios. Las dificultades de defender los barcos en rutas tan extensas, la codicia ante las fortunas transportadas hacia España, el frecuente estado d guerra de éste país con otras potencias europeas y el intento de Inglaterra de declarar la libre navegación de los mares y terminar con la monopolización de las rutas por parte de España y Portugal, estimularon la acción de los piratas. Estos, de diversas nacionalidades, se establecieron en las islas Antillas más pequeñas que habían sido abandonadas por los españoles al no hallar riquezas en ellas. San Cristobal, Barbados, Curaçao, Martinica, Tortuga, Jamaica, fueron algunos de los refugios utilizados. Desde allí partían para apoderarse de las naves que volvían a España llevando el oro y la plata. Ciudades importantes como Cartagena y Panamá cayeron en manos de los piratas. Si bien estos se apoderaban de las riquezas para uso propio, en algunos casos actuaban al servicio de algún estado. Por ejemplo John Hawkins y Francis Drake al servicio de Inglaterra.
La corona española reaccionó frente a estos ataques tratando de proteger a los barcos mediante el sistema de flotas y galeones. Durante el reinado de Felipe II se ordenó que todas las embarcaciones que partieran hacia América o regresaran de América a España, debían hacerlo integrando la flota. Esta partía de España dos veces al año, en abril y en agosto, marchando todos las naves juntas hasta destino. La flota que partía en abril (primavera en el hemisferio norte) se dirigía hacia Veracruz en México. La flota que salía en agosto (verano) se dirigía hacia Cartagena (Venezuela) y luego hacia Portobelo (Panamá). Ambas flotas permanecían en América durante el invierno y se reunían en marzo en La Habana (Cuba) para partir de regreso a España aprovechando los vientos propicios.
El regreso de todas las naves custodiadas por los galeones, barcos de guerra, daba más protección. Los viajes demoraban entre dos y tres meses y casi nunca partían en fecha por los atrasos que se daban en la llegada de la mercadería al puerto y la demora en cargar los barcos. A veces las demoras se hacían a propósito por el cargamento no era suficientemente grande para obtener las ganancias esperadas. Los comerciante sevillanos al tener el monopolio de la organización de las flotas, eran los verdaderos árbitros del comercio. Seleccionaban la mercadería a enviar hacia América enviando preferentemente aquella que era más cara y que dejaba más ganancia. Llegaron hasta a provocar periodos de escasez para hacer subir los precios.
Cuando la mercadería llegaba al consumidor final en América, el precio se había ido incrementando por todos los intermediarios que había en el camino y por la escasez de productos ya que no llegaban en cantidad suficiente. Al costo del producto en España hay que agregarle: la ganancia que obtenía el comerciante sevillano, la ganancia del armador del barco, el costo del flete, la ganancia del comerciante mayorista que compraba la mercadería en Portobelo, Veracruz o Cartagena, la ganancia de los comerciantes que adquirían la mercaderia para revenderla en el interior de América. Si la mercadería tenía como rumbo, por ejemplo Buenos Aires, debía ser trasladada por tierra para cruzar Panamá, luego embarcada por mar hasta Lima, de ahí en lomo de mula cruzaba los Andes rumbo a Alto Perú y de ahí seguía la ruta hacia Buenos Aires. A todo eso hay que agregarle los impuestos que cobraba el estado español más los impuestos especiales para mantener los barcos que protegían a la flota. Se ha estimado que en algunos casos el aumento de precios llegaba al 1000%.
Los colonos reclamaban por los altos precios y la falta de mercaderías y en cuanta oportunidad tenían recurrían a comprar productos que ingresaban ilegalmente. El contrabando fue una forma de poder abastecerse que, en muchos casos, fue permitida por las autoridades locales ante la falta de mercadería procedente de España. El contrabando en América tuvo dos centros principales: el Río de la Plata y el Caribe. El Río de la Plata era lugar propicio por las siguientes razones: a) la extensión de sus costas dificultaba la vigilancia; b) la proximidad de los portugueses en Brasil permitía tener allí una base de aprovisionamiento; c) los altos precios que tenían que pagar los pobladores por las mercaderías españolas debido a la lejanía de esta región de los puertos de ingreso ya mencionados. La Corona trató de paliar la falta de mercadería española permitiendo, en 1618, el ingreso de dos naves de 100 toneladas cada dos años al puerto de Buenos Aires (era el llamado “navío de registro” o “de permiso”). Pero esto no solucionaba la situación. El avance portugués hacia el Río de la Plata, incrementó el contrabando que se hizo intenso cuando se estableció la ciudad de Colonia del Sacramento frente a Buenos Aires.
En el Caribe la situación favorable al contrabando estaba determinada por la existencia de muchas islas que, descuidadas por los españoles, habían sido ocupadas por franceses, ingleses y holandeses entre otros.
Desde el ascenso de los Borbones al trono español se realizaron ciertas reformas para agilizar el tráfico comercial. En 1735 se abolió el sistema de flotas y galeones, permitiendo la navegación en cualquier época del año. Cinco años más tarde se permitió navegar hacia el Pacífico doblando el cabo de Hornos en el extremo sur de Sudamérica. De esta manera Perú y Chile se podían poner en contacto con España sin necesidad de los puertos del Caribe. Desde 1765 se liberó paso a paso la navegación hacia las diversas regiones de América y se permitió comerciar directamente a otros puertos españoles además de Sevilla y Cádiz. En 1777 se permitió que en Venezuela se vendieran negros esclavos procedentes de colonias extranjeras. Posteriormente se fue autorizando a diversos puertos de América la libre importación de esclavos. La importación de esclavos se podía pagar con productos agrícolas americanos, de esta manera se empezaron a colocar productos americanos en otros países que no fueran España. Las guerras provocadas en Europa a raíz de la Revolución Francesa, interrumpieron el tráfico normal entre España y sus colonias americanas y el estado español permitió a los colonos comprar y vender a colonias de otros países. En 1801, al mantenerse la situación de guerra, España autorizó a barcos de países neutrales a ingresar mercadería a los puertos americanos. De esta manera el monopolio comercial se resquebrajó.